miércoles, 31 de octubre de 2012

SexoRama 9. VOY DE PETARE RUMBO A LA PASTORA parte 2

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- Claro que te voy a acompañar. –En ese momento reaccioné, el resto de la noche la iba a disfrutar. Esperaba ansioso esa sorpresa de la que me hablaba.

El se puso a manejar y yo de copiloto. Fue una vuelta corta, porque en una hora tenía que estar nuevamente en la parada. En cada semáforo Enrique aprovechaba para hablarme y preguntarme como estaba. Yo le respondía "Excelente" y le guiñaba el ojo. El respondía con un "No tienes remedio. Lo que te espera".

Yo aproveché para observarlo, como manejaba, como me miraba, como miraba a los pasajeros que subían, escuchaba su tono de voz cuando hablaba con alguien que le preguntaba algo. Noté que manejaba con una sola mano, la derecha, la otra mano la tenía puesta en su entrepierna, que ya empezaba a dibujar un generoso paquete del que yo no perdía de vista. Se dio cuenta que lo estaba viendo, se sonrió y se apretó el bulto con fuerza, moviendo su mano haciendo como que estaba cogiéndose a alguien.
El viaje fue muy tranquilo, hasta que en una esquina subió otro chofer. El muchacho no se percató de mi presencia y se quedó parado al lado de Enrique hablando tonterías. Realmente no sabía que hacer así que cuando llegué a la altura de mi casa me bajé, pero Enriue me frenó.

- ¿Te vas?¿No me acompañas a la parada?
- No sé.
- Te presento a Marcelo, es un compañero. Ahora nos tenemos que quedar los dos esperando un rato en la parada. ¿No quieres acompañarnos?
- Claro.

Le hizo una seña a Marcelo y le dijo algo al oído. Marcelo me miraba y se sonreía. El autobus ya estaba casi vacío cuando Marcelo se sentó detrás de mi, seguía hablando con Enrique. Estiraba sus piernas haciendo contacto con las mías y notaba lo bien formadas que estaban. Cuando bajó el último pasajero se inclinó un poco hacia delante y comenzó a acariciarme la nuca.

- ¿Así que te gusta un guevo? – Yo me di vuelta para verlo – Ahora que te veo bien, tenés cara de mamar guevo bien. Enrique me contó lo que hicieron hace un rato. Eres un puta, mamarle el guevo a un hombre casado, ¡Que vergüenza! ... El castigo para las putas como tú es más guevo y yo tengo uno para ti. –Terminó de decir eso y, haciendo fuerza con la mano que tenía en mi nuca, me tumbó hacia el asiento donde él estaba, llevándome la cara a su entrepierna. Me obligó a arrodillarme frente a él. Sus piernas ahora estaban a ambos lados de mi cuerpo, estaba entre sus muslos y con la cara en su bulto. Enrique miraba por el espejo retrovisor y hacía algunos comentarios.

- Dale, treatalo así que le gusta. Es una puta barata.
- No te preocupes que yo se como tratar a estas basuras. Quiere guevo, se va a cansar de comer guevo.

Terminó de decir eso y comenzó a desabrocharse el pantalón. Yo le acariciaba las pantorrillas que eran musculosas. Pasaba mis manos por debajo de su pantalón para ver si tenía o no pelos y como era de imaginar eran las típicas piernas de hombre, peludas. Marcelo liberó por completo su verga que era más grande que la de Enrique. Cuando vi aquello no dude y me lo tragué de una.

- Me parece que dejaste con hambre a la puta esta, mira como mama.
-  No, yo le di de comer bien, pero no se llena con nada. Es una zorra.
- Sí, como le gusta chupar, me esta volviendo loco. –Agarró mi cabeza con sus manos y me obligó a tragármela toda.
- ¡Cométela toda no joda! No te quedes con la puntita, que tengo el guevo grande y no lo has mamado completo.
- Lo vas a atragantar así.
- Que carajo me importa.

Marcelo siguió obligándome a mamarlo, lo que me atragantaba y le provocaba placer. Cuando llegamos a la parada del terminal Enrique estacionó en un lugar apartado de la vista de alguien.

- ¡Yo también quiero, comparte vale!!
- la mamada me la está haciendo a mi, si tú quieres cojertelo ahí tienes el culo paradito, aprovecha. Seguro que se mete de a dos.

Enrique se apoyó sobre mi trasero y empezó a bombear como si me estuviera cogiéndome. Me usaba de caballito, me galopaba envistiéndome con fuerza. Me pegaba nalgadas y yo instintivamente levantaba el culo. su bulto que buscaba cogere pero seguíamos vestidos.

- Ves ... esta parando el culo. Me parece que este quiere guerra.
- Yo no me aguanto, a este marico me lo tengo que coger. ¿Cómo tienes el culito papi? ¿Lo tienes dilatado o hay que prepararlo?

Yo no pude responder porque un guevo metido en la boca.
- ¡Respóndele coño! te está haciendo una pregunta. –Me agarró de los pelos y me sacó su pene de mi boca-.
- Nunca me han cogido, soy virgen. – Dije eso y Marcelo me ensartó nuevamente hasta el fondo su pene en mi boca.

- Uuuh, voy a desvirgar a un mariconcito. Esto te va a doler papi, porque mira que cuando yo tiro, tiro fuerte, con ganas. –Me bajó el pantalón, dejando al decubierto mis nalgas-.
  Tienes buenas nalgas, parecen de niña.

Me metió un dedo en la boca para que chupe y luego me lo metió en el culo. Sus dedos eran
gruesos y me abrían bien el hueco. Comenzó a meter dedos como loco y cuando ya estaba lo
suficientemente dilatado escupió sobre mi culo y sobre su pene. Desparramó la saliva con la
mano y siguió metiéndome el dedo un rato. La verga de Enrique estaba a punto de entrar.

- Ya estoy en la puerta. Toc toc –Dijo Enrique luego de golpear dos veces mis nalgas con su trozo-.
- Cójetelo de una vez que se le debe estar haciendo agua el culo.
 
Esas palabras fueron suficientes para que Enrique me taladrara con su pedazo de carne. Sin
compasión lo metió hasta el fondo. El dolor que sentí fue inmenso, hasta comenzó a
chorrearme un poco de sangre.

- Uhhhh ... mira ... le rompi el culo. Ja ja ja ja.
Comenzó a bombearme con fuerza. Al principio estaba arrodillado, pero después se levantó y apoyó todo su cuerpo sobre mi culo. En esa posición sus embestidas comenzaron a ser cada vez más violentas. Mientras me penetraba jadeaba, realmente la estaba pasando bien. Me excitaba el sonido de su cuerpo chocando sobre mis nalgas.

- Ahhh ... que buen culo que tiene esta putica. Mira Marce, mira como el maricón me come toda la verga con este culote caliente.
- Uhhh ... que hijo de puta. Dale duro que este aguanta.

Enrique seguía bombeando y Marcelo recibía una soberana mamada, entre ellos comenzaron a hablar.

- Uhhh ... cuando le contemos a los demás la joyita que nos encontramos.
- Va a estar buenísimo. Todos van a querer cogerselo. La de leche que se va a tragar este culo y esa boquita mamadora.
- Va a ser la puta de la línea.
- Las orgías que podemos hacer, vas a quedar abierto.
- Así como le estamos dando ahora. Por atrás y por adelante. Bien duro como le gusta.

En ese momento Marcelo agarró mi cabeza haciendo que me atragantara con su verga. La mantuvo un rato en mi garganta y se reía de mi cuando me quedaba sin aire. Las lágrimas se me salían del esfuerzo por no atragantarme.

- La putita quiere respirar ... jajajaja. O mamas o respirar papi. Mejor no te doy a elegir porque me gusta como me la estás chupando.
- Y no sabes lo que es acá atrás, este culo aprieta que da calambre y está caliente adentro.
- A ver, dejame probar. Me gusta como me la chupa pero quiero cogérmelo

Enrique fue sacando su pene despacio, para que la sintiera bien. Al sacarla quedó abierto mi culo con semejante falo. Marcelo seguía en su lugar, sentado. Enrique se paró y agarrándome de los hombros, me obligó a darme vuelta, de espaldas a Marcelo. En eso Marcelo agarró mis caderas y me hizo sentar en la punta de su verga.

- A ver como te tragas este papi, seguro te va a gustar más que el guevito  de Enrique... jajaja.
- ¡Cállate guevón!.

Marcelo comenzó a a empujar para meterlo completo pero yo lo detuve porque me estaba doliendo mucho.

- Espera que yo me lo meto solito.
- Como quieras.

Marcelo levantó sus manos y las puso en su nuca. Yo agarré su guevo, la apunte hacia mi culo y comencé a meterla. Cuando estuvo toda adentro, yo me quedé un poquito levantado y le dije que me bombeara desde esa posición. Marcelo subía y bajaba, en cada subida me la ensartaba hasta el fondo pero luego salía para llenarme de aire. Comencé a gemir un poco, Enrique, apoyó el pie sobre el asiento donde estaba sentado Marcelo y agarrándome de la nuca me puso a mamar.

- Tenías razón Quique, que buen culo tiene este hijo de puta. Como me aprieta.
-Disfrútalo que somos los primeros en abrírselo. –Marcelo saca el pene y empieza a pasarme la mano.
- Y como se lo abrimos ... es un agujero negro esto.
- Esta especialmente hecho para que nos coma las vergas.
- Ninguna hembra me comió el guevo de esta forma.

Marcelo nuevamente me ensartó de una sola envestida. Me encontraba aferrado a un muslo de Enrique chupándole la verga, mientras de reojo miraba las pantorrillas musculosas de Marcelo que me estaba taladrando. Las envestidas de Marcelo comenzaron a aumentar, estaba por acabar.

- Quique, ya estoy por llenarle el culo de leche a la puta esta. Vamos a venirnos juntos
- Yo también ... le voy a dar su lechita a este mariconcito.
- Ahí me vengo ... aaaahhhhh ... ahhhhhh ... toma perra ... toma lechita.
-       Ya .. chupa chupa que yo ya estoy.
 
Mientras Marcelo me llenaba el culo de leche, Enrique se pajeaba y yo seguía chupando.
Marcelo me mantuvo ensartado hasta que terminó de derramar su última gota en mi culo.
Ahora era el turno de recibir mi ración de esperma por parte de Enrique. Dejó de pajearse y
me hizo una seña para que siga chupando. Comencé a chupar a gran velocidad. Me agarraba
la cabeza para guiar la mamada, hasta que me empujó para que la tragara toda.

- Ahhhhhhhh ... toma tu leche ahhhhh ... trágatela toda maricón!
 
Enrique comenzó a lanzar chorros y chorros de leche y eso que hacía solo una hora que me
había llenado la boca con su acabada. Estuve con su pene en la boca un buen rato hasta que
terminó de sacar la última gota de esperma.

- ¡Mira como me dejaste el guevo a mi papi! Esta hecha un asco, límpiamela maricón! ¡Dale cométe los dos guevos!

Así fue como termine de limpiarlos a los dos. Mi lengua iba de un pene al otro. Estuvimos así un buen rato hasta que los dos se tuvieron que ir. Se pusieron los pantalones, se pusieron las camisas, se arreglaron las corbatas y ajustaron sus cinturones. Marcelo se fue a su autobus y yo me quedé con Enrique, que me llevó gratis a casa. Cuando baje Enrique me dijo:

- Nos vemos papi. Pasa cuando quieras por la parada – Me dijo mientras tenía su mano en su bulto y me guiñaba el ojo.

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