viernes, 20 de noviembre de 2015

SEXORAMA: Calor en las duchas


Ese día, como uno de tantos otros de mi rutina, llegaba al lugar donde los dos últimos años he tomado la natación como hobby principal. El lugar, un conocido centro deportivo ubicado en San Bernardino donde se acostumbra realizar eventos en diferentes disciplinas deportivas. Aquella noche, se realizaba un encuentro de practicantes de spinning de diferentes lugares de Caracas. Finalizada mi rutina de natación del día, me dirigí como siempre a las duchas, para quitar el remanente de cloro de mi traje de baño y de mi cuerpo.
Al entrar a las duchas, éstas estaban completamente vacías (muchos seguían en la actividad, otros realizando sus rutinas en el gym, otros tantos aún en la piscina). Recuerdo haber aprovechado la "privacidad" y seleccioné la ducha que quedaba justo al frente de la entrada al lugar, la primera que se podía observar apenas te acercabas al sitio. Ninguna cortina, ningún vidrio... Solamente baldosas separaban una ducha de otra, pero la que yo había seleccionado estaba justo allí frente a la entrada principal.

Por la comodidad del momento, comencé a ducharme y dejar correr mi gel de ducha y champú por encima del traje de baño, de esta manera eliminaba el exceso de cloro al mismo tiempo que me relajaba con el agua caliente del lugar.

Al no escuchar ruidos alrededor, aproveché para quitarme el traje de baño y quedar completamente desnudo. Aquello me producía un poco de morbo repentino, al saber que en cualquier momento alguien pudiera asomarse y verme apenas entrara. Sin embargo no era la primera vez que lo hacía y ya el pudor poco lo conocía. Mientras extendía el gel por mi cuerpo, recuerdo haber visto sombras hacerse más grandes y escuchar ruidos. Eso no me inmoló y continué dando caricias a todo mi cuerpo. De repente, estaba allí enfrente. Unos 10 metros de distancia y una cortina de agua nos separaban, él con su vestimenta típica de quien practica spinning; y yo con mi vestimenta típica de Adán. Rápidamente adiviné en su mirada su presencia en el lugar. Sin ningún tipo de pena, acomodé mi paquete que en ese pequeñísimo instante ya había reaccionado y estaba como un mástil apuntando al cielo, con todo y su curvatura. Lo vi fijar su mirada en mi miembro y sin más, se volteó y salió del lugar.
Por un momento pensé que mi atrevimiento lo había intimidado y había decidido huir, pues no era un miembro frecuente de aquel lugar.

Rápidamente finalizo mi ducha y decido jugármelas todas, seco mi cuerpo con la minitoalla del día y me desplazo hacia los lockers vestido con el mismo disfraz de Adán. Al pasar por el primer pasillo, de reojo noté que aún seguía allí, mi pene se volvió a encender, como siempre fiel en este tipo de situaciones, y a partir de allí fue más que obvio lo que ambos deseábamos. Me dirigí al final de los lockers por el segundo pasillo, cerca de los urinarios e improvisé unas ganas ficticias de hacer pipí. Él, a un lado observándome y yo de espaldas mostrando mi trasero al mismo tiempo que fingía dejar salir algo de líquido por mi miembro.

Terminado mi teatro, giro mi cuerpo y ya lo tenía justo a mi lado, pero a menor altura. Su boca abierta y su lengua saliente invitaban a mi pene a conocer su morada. Rápidamente miré alrededor y noté que aún no llegaba nadie por lo que sin dudar introduje mi pene en su boca, complaciendo lo que con su mirada momentos antes me había solicitado. Comenzó a chuparlo, primero suavemente, como explorando, conociendo las dimensiones del huésped que alojaba en su garganta (después de todo, 18 cm de placer no era algo tan fácil de dejar pasar desapercibido). El tiempo transcurría y mi practicante de spinning continuaba de rodillas, lamiendo y chupando, alternando entre estas actividades. Con una mano apretaba mi pene y lo dirigía a su boca, otras veces me frenaba cuando yo intentaba meterlo hasta el fondo de su garganta. La otra mano la apoyó en mi abdomen y me empujó a la pared, luego la utilizó para sacar su pene y comenzó a masturbarse, empezando el momento más frenético de esta experiencia, cuando aceleró el ritmo de sus chupadas, cabeza, glande, palo, todo lo que las dimensiones de su boca le permitían. Para ese momento ya el precum de mi verga había hecho acto de presencia. Tomé su cabeza y lo halé hacia mi entrepierna, por un rato se mantuvo en esa posición mientras seguía chupando enérgicamente hasta que no aguantó y una arcada le hacía retirar mi pene rápidamente de su boca. Su cara roja y su respiración entrecortada me hicieron pensar que vomitaría en el lugar. No sucedió.

Cuando se disponía a continuar, comenzaron a escucharse ruidos y pasos de chicos que se acercaban al recinto. Mis ganas de correrme en su boca se esfumaban. Rápidamente me dirigí al bidet y simulé haber estado allí haciendo otra cosa. Él por su parte, acomodó su lycra y se retiró del lugar, al fin de cuentas no era conocido y afortunadamente nadie había logrado ver o escuchar algo de la situación.

Yo comencé a vestirme tranquilamente, fingiendo que nada había pasado, sólo 2 o 3 caballeros en el lugar se preparaban para entrar a las duchas. Salí del lugar como de costumbre, pero aún con la erección a medias y chorros de leche necesitando salir.

Nunca más lo volví a ver, nunca más repetí aquella experiencia. Hasta ahora todo se ha limitado a simples miradas y coqueteos pasajeros.



Relato cedido gentilmente por: D.R.

No hay comentarios:

Publicar un comentario