martes, 19 de julio de 2016

A QUE NO TE ATREVES 7


De esta agua no beberé



–¡Para, para, para, me duele!

El muchacho le decía a Eduardo mientras lo tenía con la mano aprisionándole la cabeza estando boca bajo y penetrándolo con fuerza y rápido.

–¡Para coño, para, para, me dueleee!

–Coño que ladilla mi pana. Eduardo se echó a un lado y comenzó masturbarse mientras que el muchacho de contextura muy delgada, blanco y lampiño se tocaba el ano aguantando el dolor. Eduardo acabó.

–¿Me puedo duchar?

–No chamo, vístete y te vas estoy esperando a otro carajito.

–Coño tú no pierdes tiempo.

–Ese no es tu peo, vístete rápido para abrirte.



El muchacho terminó de vestirse y Eduardo se puso el interior para abrirle la puerta.

–¿Me puedes dar un poco de agua?

–No tengo agua, cuando estés abajo espera que alguien salga, chao.



Y así con cada persona con la que tenía sexo ocasional, hacía lo mismo, al terminar los despachaba y más nunca sabía de ellos, no había intercambio de números ni nombre. Solo sexo.



–Marico, nada que consigo culito pa’ hoy y con las ganas que tengo. Mira este bofe y gordo.

–Es que a ti como te gustan flaquitos y desvalidos lo tienes difícil. -Le decía Diego uno de sus mejores amigos.

–Es que me gustan así, que sean debiluchos y yo darles duro.

–Coño guevón es que tú eres un salvaje tirando, pareces un rinoceronte.

–Como se ve que hablas con propiedad. Te gustó como te cogí ¿verdad?

–Pendejo…bueno sí y eso que no soy como te gustan.



Ambos tumbados en la cama revisando el Grindr a ver que conseguían.

–Lo que más me gusta de haber tirado contigo es que quedamos como panas y no me echaste al olvido.

–¿Ves? No soy tan malo ja, ja, ja. ¿Conseguiste algo?

–No, si estoy viendo los mismos que tu gafo. Además ya cuadré con un pana pa mañana, pero tiene novio, pero me lo quiero coger, me gusta.

–Así es Diego, la rompe hogares.



Eduardo es un joven de 28 años con el cuerpo bien trabajado en el gimnasio, musculoso y fuerte. Trabaja en una tienda que es un conglomerado de marcas de diseñadores famosos. No cree en el amor y su vida sexual se resume a disfrutarse a los muchachitos sólo una vez y seguir buscando. Gana bien en su trabajo y vive solo en un apartamento modesto alquilado en el oeste de la ciudad, se quiere comprar un carro.



–Bueno, el carajo es bien correcto, parece un viejete y tiene mi edad.

–Tíratelo, eso son los peores. Mira, mira marico, mira este, coño que lindo carajito, blanquito y flaquito. Bello el coñoemadre y está cerca de aquí.



Eduardo lo contactó para que viniera a su apartamento, el muchacho le dijo que lo esperara un rato pues estaba con unas personas comprando una mercancía.

–Bueno mi pana, lo siento pero se va a tener que ir, me sale tirada, así que arranque.

–Que suerte chico, yo nada.

–Mañana a lo mejor tiras.

–Ojalá ando con un verano. Préstame plata para irme en taxi por fa yo te lo pago en la quincena.

–Agarra de mi cartera y deja la mariquera que no te lo voy a cobrar, ahora vete, dame un beso.



Luego de 45 minutos el muchacho que contactó llegaba al apartamento. Cuando Eduardo abrió la puerta y vio al joven se quedó impresionado.Un muchacho de mediana estatura extremadamente delgado, piel blanca, cabello castaño caro con un corte mohicano peinado hacia un lado, las cejas delineadas y unos ojos verdes que brillaban, tenía un rostro hermoso, exactamente como le gusta a Eduardo. Todo estaba bien hasta que Victor abrió la boca y habló.



–Hola mucho gusto, me llamo Victor, -Le extendió la mano dándosela como si fuera una señorita, su postura y gestos eran bastante afeminados al igual que su manera de hablar.

Al ver eso Eduardo se decepcionó y por lo que dijo Victor, se le notaba.

–Creo que no te gusté, tienes una cara, en la foto me viste.

–Bueno, sí, pero en la foto no se veía esto que estoy viendo aquí.

–Si quieres me voy y así no perdemos tiempo.

–No, no, pasa, viniste a que te cojan y eso voy a hacer.



Victor tiene 21 años, es peluquero en una cadena de peluquerías que queda cerca de donde vive Eduardo. Vive en un apartamento en el centro de la ciudad con tres amigos más, sus padres lo botaron de la casa por comportarse como una niña, de vez en cuando visita a su madre en el interior del país.



Comenzó a desvestirse muy delicadamente. Al agacharse, Eduardo le vio las pequeñas nalgas, eran blancas lampiñas y duritas. Eso lo excitó.

Eduardo se desvistió, ya su pene estaba erecto. Victor lo vio y se sentó en la cama.

–Así es como me gustan las vergas, gruesotas. -Se lo introdujo en la boca y ahí no paró de moverse mientras mamaba el pene y lo movía con su mano.



Coño que rico mama la loquita, sabe su vaina. –Pensaba Eduardo mientras lo levantaba para tumbarlo en la cama.

–Espero que aguantes pela, porque yo comienzo y no paro, te voy a dar duro. -Victor se abrió las nalgas con sus manos. –Mételo pues.



Eduardo se puso el condón y se echó lubricante en la mano para pasárselo por su pene y por el culo de Víctor. Lo agarró por el mechón de pelo, acomodó su pene y empujó.

Mientras Eduardo iba metiendo su pene, Victor no paraba de gemir, soltó sus nalgas y se apoyó en la cama aguantando las embestidas de Eduardo que cada vez era más fuertes, hasta que lo metió por completo y comenzó a darle rápidamente.

Lo puso de lado y volvió a penetrarlo rápido con movimientos cortos. Victor no paraba de gemir y decirle que siguiera.

El muchacho volteó la cara para ver a Eduardo que tenía la cara roja y parecía poseído y le dio una cachetada al muchacho. ­–¿Quieres que te de más duro, ah? -Otra cachetada.

–SI, DALE, METEME ESA VERGA COMPLETA.

Lo acostó boca abajo y volvió a penetrarlo. Sus movimientos de cadera se intensificaron. Victor apretaba las sábanas con las manos, su piel estaba roja y bañada en sudor.

Se levantó de la cama y cogió al muchacho del brazo y lo alzó para luego cargarlo y volverlo a penetrar.

Victor tenía la piel humedecida y a Eduardo se le resbalaba, se cogió del cuello y terminó de penetrarlo por completo.

–Quiero tu leche.

–¿Si? ¿Dónde? Volvió a empujar.

–En mi boca. –Eduardo lo bajó. –Quítame el condón.

Victor lo hizo y al tomar el pene, el primer chorro cayó en su cara y luego se metió el pene en la boca para comenzar a tragar todo aquello.



Se tumbaron en la cama uno al lado del otro. Victor extendió la mano y tomó la de Eduardo entrelazándola y cerrándola, así se quedaron unos minutos.

–¿Me puedo dar una ducha? Tengo mucho calor.

–Si vale, ahí hay una toalla y jabón.



Al salir, Eduardo se estaba colocando el interior, cogió el condón usado y lo echó en la papelera. Victor se acercó a él y le dio un beso en la boca.

–¿Y ese beso?

–Me provocó, además la pasé muy rico.

–Que bueno que te gustó, a mi también me gustó.

Terminaron de vestirse.



–Mira soy peluquero en el salón de belleza Castro que está cerca de aquí.

–Ah encima eres peluquero.

Victor le dio una tarjeta. –Sé que no te agrada como soy que te parezco muy afeminado y yo creo que no te veré más, pero bueno si quieres, pasa por la peluquería, te corto el pelo y no te cobro, me caes bien.

–Disculpa mi pana, es que si, tiré rico y aguantas pela, pero es que eres demasiado jeva.

–Tranquilo, no hay problema, ¿me das un poco de agua?

–Si claro. Toma.



Tomó su bolso y Eduardo bajó con él a abrirle la puerta.

–Si no quieres ir a la peluquería porque te sientes incómodo, puedo cortarte el pelo aquí en tu apartamento.

–No chico, yo voy para allá.

–La mayoría de los que estamos ahí son como yo, hay 2 trans y 2 mujeres.

–Que estés bien. –Eduardo le extendió la mano y Victor esta vez le estrechó la mano con fuerza y mirándolo a los ojos. Eduardo le intimidó ese gesto.

 Subió al apartamento, al cerrar la puerta se quedó apoyado a la puerta y sonrió.

–Qué loco esto, acabo de tener una de tantas tiradas y no se me quita de la cabeza este chamo. Si yo no quiero volverlo a ver.

Cogió la tarjeta que le dio Victor, la arrugó y la lanzó desde ahí a la papelera de la cocina.

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