miércoles, 17 de agosto de 2016

SexoRama. ¿Simplemente amigos?


Madrugada de un domingo cuya celebración había comenzado unas horas antes de la medianoche del sábado. Todo apuntaba que sería una noche para el recuerdo. Estaba decidido a pasarla bien luego de haber sobrellevado unos meses algo difíciles.

La noche comenzó con una espera de poco más de una hora en una conocida plaza cercana al sitio seleccionado para festejar. Mi acompañante de celebración se había retrasado más de lo esperado; sin embargo yo estaba decidido que esa noche nada podría estropear mi velada.



Durante mi espera y en los cortos y lentos paseos que di por el concurrido lugar, me percaté de lo abierto que se ha vuelto el sitio para la movida de ambiente en la ciudad. No sé si era el día, la hora, la poco frecuencia conque visito el mismo (o una combinación de la tres anteriores); pero estar allí en ese momento y con el tiempo suficiente para observar con detalle lo que ocurría a mi alrededor, me hizo rememorar alguna escena pasada en cualquier país fuera de este continente (sin caer en comparaciones exageradas y sabiendo que aún nos falta mucho por madurar como sociedad). Incluso reconocí a lo lejos uno que otro tuitero con quienes he intercambiado un par de tuits.



9:30 pm. Llegada de mi acompañante de celebración, mi fiel amigo en estas lides desde hace casi 10 años, cuando yo ni siquiera pensaba en adoptar a Caracas como ciudad para trabajar e intentar sobrevivir. Recuerdo mis inicios, mis viajes relámpagos a fiestas temáticas en las discos de moda, porque eso en el interior del país no era nada convencional. En esa época -con unos cuantos años menos y la libertad que siempre me ha caracterizado- no era raro que yo estuviese por acá en alguna fecha especial compartiendo en cualquier fiesta, algo que la vida nocturna en el otro estado del interior me estaba esquivando.

Mis ojos brillaban (de alguna manera sé que lo hacían). No sé si por la emoción de verle llegar luego de tanto deambular, o solo por el hecho de que era una noche que tenía semanas esperando llegase.



Comienzo de la noche. El lugar estaba a medio llenar (típico de la hora), seleccionamos mesa para disfrutar del show que más tarde estaría por comenzar, al mismo tiempo que la bebida alcohólica de costumbre (en ese y cualquier otro sitio) que nos hiciera más agradable el momento. Palabras más, palabras menos, cuentos, chistes, comentarios sobre la gente alrededor iban y venían. Dos típicos amigos solteros en una noche de diversión. Pasada la medianoche comienza oficialmente mi celebración. Algunas llamadas telefónicas me hicieron salir una que otra vez del recinto dada la música de fondo que no me permitía escuchar con claridad las palabras de felicitaciones que a la hora comenzaba a recibir. Mi interacción en una de las redes sociales en ese momento aumentó, pero no sin restarle importancia a quien tenía a mi lado. Al cabo de un momento escucho las palabras: "- ¡Felicitaciones! No me había percatado que ya eran más de las 12".



Por supuesto que estas palabras vinieron acompañadas de un efusivo abrazo. La celebración continuaba al tiempo que seguíamos disfrutando del espectáculo musical propio del lugar. Yo estaba decidido a que este año la celebración sería inolvidable. ¡Y vaya que lo fue! Tragos iban y venían hasta que los efectos de la botella de aquel licor compartido solamente entre dos personas, comenzaban a hacerse notar. Para la hora (3:30 am) yo no tenía ni idea de lo que nos faltaba por vivir. La noche aún era joven. Llega el show final y con él, el momento de pagar la cuenta y retirarnos a otro sitio para continuar la celebración (con o sin ella, esa era la modalidad acostumbrada).



Primer momento inolvidable de la noche. Él esboza un: "¡Ay chamo, ahora sí me va a dar!" Yo pregunto: "¿Qué paso?". Me responde con un: "¡Dejé la cartera en la casa"! Por un momento pensé "me está jodiendo"; pero no, aquellas palabras habían sido totalmente sinceras.

Yo, lejos de preocuparme comienzo a reír. Asombrado me reprocha mi actitud. Le respondo que yo estaba decidido desde temprano a pasarla bien y que nada estropearía mi noche. Por razones que no valen la pena entrar en detalles, previamente habíamos acordado que él realizaría el pago. Y como inicialmente yo había cancelado las dos entradas al lugar; no había manera de que él se percatase de la falta de su documentación. Resuelto el problema del pago bajo un acuerdo entre ambas partes de cancelación posterior, dejamos el lugar con planes de seguir la fiesta en el otro lugar cercano. Con algo de efectivo que aún cargábamos tomamos un taxi al sitio. Desde afuera del local la rumba prometía, la música y la algarabía de la gente así nos lo hacía presumir.



Segundo momento inolvidable de la noche. Para entrar al sitio era obligatorio portar cédula de identidad. Vale recordar que mi ya no tan "estimado amigo" (en ese momento) no cargaba ningún tipo de documentación y yo había dejado mi documento de identidad en el local anterior como parte de garantía del pago posterior. Mi mentalidad positiva de "nada va a arruinar mi celebración esta noche" comenzaba a desvanecerse con las últimas horas de la madrugada. A esas alturas yo no podía creer que eso me estuviera sucediendo. Si bien quería que mi cumpleaños fuese inolvidable, nunca estuvo en mis planes que fuese de esa manera.



A todas estas, comenzaba a exasperarme. Por más que intentaba mediar con el portero para lograr entrar, por más que mi amigo me dictaba instrucciones a lo lejos de ofrecerle dinero a este último para que nos dejara pasar (sin éxito alguno), por más que intentara el comodín de "contactar a un amigo" a ver si tenía influencias en el lugar y nos permitieran el acceso, nada resultaba como quería.

Durante ese ir y venir, salió a fumar fuera de la discoteca un conocido de mi amigo. Al verlo se emociona y se acerca a saludarlo. Le comenta brevemente de nuestra situación pero éste le responde que lamentablemente sin documento de identidad no podemos entrar. Las reglas son reglas al fin y al cabo.



Mi amigo sugiere irnos a otro sitio donde según él, no nos pedirían documento de identidad y podríamos entrar sin problemas. Yo -resignado pero irritado al mismo tiempo, y a manera de castigo- decido que voy a esperar hasta amanecer afuera del local. Total, una hora pasaría rápido. Surge una pequeña discusión entre los dos. Él, que agarráramos otro rumbo. Yo, que no. Me siento en las escaleras como indicándole "aquí me quedo".  Se me sienta a un lado y me comenta: "¡Qué arrechera! El amor de mi vida está a metros de separación y nosotros dos aquí afuera! Justo hoy que estaba dispuesto a declararle mi amor". (Sí, pues. Como si él -cual adivino- supiese que se lo toparía en el lugar. Bueno, realmente no era necesario serlo, pues cada vez que visitamos el sitio, el personaje en cuestión estaba allí). Con una mirada de sutil odio, le replico: "¡(Imbécil), el amor de mi vida está a miles de kilómetros de acá, así que cállate y no te quejes. Al menos lo puedes volver a ver en otra oportunidad, pues por lo visto se la pasa metido en este local!".



Como la música que emanaba del local me hacía avivar mi ira (mis canciones favoritas estaban sonando), decido no seguir esperando pues los ánimos comenzarían a caldearse pronto. Acordamos caminar un rato (algo un poco riesgoso por la hora) pero que en el momento mi mente ya no procesaba. Recorremos algunos metros de aquella avenida hasta que una mata de palma me incitó a utilizarla como baño. Acto seguido y otros metros más allá mi compañero me imita, con la diferencia que yo no estoy tan alejado y con su mirada pícara me invita a acercarme. Toma mi mano y la lleva a su miembro. A lo lejos la luz de un auto nos advierte de lo transitado de la zona a esa hora. Era la policía, que pasa lentamente realizando sus patrullajes acostumbrados. Rápidamente suelta mi mano y simula una llamada telefónica mientras con la otra se sube la cremallera del pantalón.



Nada sucede y seguimos caminando. Queda la policía y el bullicio de la gente, atrás. Ya su cara no era para mí la de mi "amigo" sino la de otro hombre más. Nuevamente se acerca a una de las palmeras decidido a continuar lo que había sido interrumpido minutos antes. No fueron necesarias las instrucciones, su mirada lo decía todo. Comienzo a complacerlo pero de repente me detengo para preguntarle con cierto sarcasmo y sonriendo por dentro: "¿y qué pasó con el amor de tu vida que estaba a metros de ti?". Admito que a pesar de estar ebrio, hay características de mi personalidad que nunca dejan de aflorar, quizás sea uno más de mis defectos pero en ese momento no pude evitar decirlo, quizás como parte de mi frustración por la celebración truncada. Lo cierto es que recibí como respuesta un: ¡cállate y sigue mamando!". Aquellas palabras en tono autoritario terminaron de encenderme; pero lejos de la ira, era más en un sentido de sumición. Continué mi faena hasta que las luces de otro carro y la bulla de la gente a lo lejos saliendo del lugar me hicieron parar.



Continuamos caminando y cada paso que dábamos (como si supiera lo que iba a ocurrir) me hacía sentir miedo de quien llevaba al lado; ya no era mi amigo, ahora se había transformado, como dije, en un hombre más. Sin darme cuenta, en una de esas movidas comienza a besarme y a acariciarme. Su mano baja lentamente por mi espalda y se topa con mi pantalón, me baja la cremallera y se acomoda rápidamente de manera que pudo dejar escurrir su lengua por mi ano. La mezcla de adrenalina y excitación del momento me impedían resistirme. Al cabo de un rato subimos las escaleras de entrada hacia un muro alto de uno de los edificios de la zona, me siento en uno de los bordes del muro y se me planta enfrente al tiempo que dice: "¡continúa! Lo sigo complaciendo aunque con cierto recelo.



Miramos a nuestro alrededor, no se percibe gente y la madrugada aún tiene unos minutos para regalarnos. Se agacha y se sienta a un lado, luego me acomoda y me hace sentar entre sus piernas, y me aprisiona con ellas. Le digo: "tuviste tu oportunidad y la desperdiciaste" (esto en referencia a una salida hacía como un mes atrás, donde compartimos cama por segunda vez (en 10 años) y nada 'profundo' llegó a pasar). Me mira sin darle importancia al comentario y me besa. Su lengua vuelve a bajar al sitio donde anteriormente comenzaba a hacerme explotar de éxtasis. Un carro de la policía a lo lejos nos hace detener la sesión. Algo nos decía que a la tercera iba la vencida. Nos arreglamos y continuamos caminando.



Unos 100 metros más adelante me percato que ya no llevo conmigo mi tlf. El mini-infarto que sufro en el momento me hace olvidar la ligera dolencia que todavía tengo en mi pie izquierdo. Le comento y rápidamente me regreso con paso apurado al sitio donde sospechaba que podía haberlo perdido. Por suerte llego al sitio donde minutos antes me había bajado el pantalón y allí estaba. Me vuelve el alma al espíritu. Respiro profundo, lo tomo y continúo mi camino de regreso, él estaba a unos pasos de mí esperándome. La mañana comenzaba a aparecer junto con más personas en aquel boulevard. Mi celebración había culminado por el momento.

No obstante, fueron varias sensaciones distintas en un lapso menor a una hora que sin duda alguna hicieron que esa madrugada fuese inolvidable. ¿Quién imaginaría que después de casi 10 años de amistad esto podría ocurrir?



Considero que es necesario aclarar que la primera vez que compartimos cama fue hace unos cuatro años, en una fiesta de cumpleaños de un amigo en común. La lejanía del sitio de celebración ameritaba pernoctar en el lugar. Aquella madrugada hubo un intento de su parte por llevar la amistad a algo más allá. Sin embargo fui yo quien lo rechazó porque para el momento tenía su pareja, a quien yo conocía y respetaba y por eso no permití que algo más allá de la amistad entre los dos, pasara. La segunda vez -hace poco más de un mes- cuando yo no tenía ningún tipo de inhibición, nada pasó. No me sentí decepcionado porque creo que en el momento ninguno de los dos estaba preparado o se lo esperaba.



Dicen que a la tercera va la vencida. Ésta era la tercera y aunque fue la más intensa de  todas las situaciones anteriores, aún no logro descifrar si fue por la combinación de los elementos de la noche (celebración, alcohol en exceso, frustración, adrenalina, éxtasis, soltería, etc.). Y a pesar de que hasta las predicciones astrales apunten que ésta pudiera ser una relación estable y duradera, no es fácil asimilar verte en una relación con alguien con quien has compartido salidas, que sabe de tus gustos, tus andanzas, sentimientos, desengaños y más.



A todas estas, luego de lo sucedido y de un nuevo encuentro posterior, todo pareció como si esos momentos no hubiesen existido. Ni un solo comentario de lo acontecido esa madrugada, ni una palabra de disculpa o de un "quiero que se repita". ¿Efectos del alcohol? No puedo pretender estar con alguien que solo se sienta motivado cuando hay alcohol de por medio. ¿Será acaso pena o cohibición cuando estamos sobrios?



Se hace tan extraño y difícil de entender, que no quiero imaginar cuál pueda ser el próximo capítulo de esta historia que no termina (porque seguimos siendo amigos sobre todas las cosas) pues dentro de una semana habrá una nueva salida y quizás con un testigo -al igual que ya fue testigo a distancia- de parte de lo sucedido aquella noche.

Relato cedido gentilmente por A.L.

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